viernes, 9 de noviembre de 2012

Un toque de locura.

Una vez al año no hace daño, pero para nosotras una vez nos sabe a poco.
Con una simple "webcam" y una hora de espera en la facultad a que escampara la tormenta nos ha bastado a mi Irene y a mi para hacer otra vez de las nuestras.
Es verdad que hace poco que la conozco, pero sí que puedo decir que el suficiente como para saber que es otro de los motivos por los que sé que no me he equivocado, por los que sé que este año tenía que elegir el grupo dos de Educación Infantil.
Es una niña como pocas de las que he conocido en estos 19 añitos de vida que llevo pisando este mundo. 
Cada día me sorprende con algo nuevo, con algún gesto suyo, con alguna tontería de las suyas que tanto la caracteriza y que tanto me encantan, las cuales son las culpables de que haya dedicado estos últimos días tantos minutos a reírme como una pava sin frenos.
Y es que es precisamente lo que a mi me hacía falta, a la más tonta de todas le ha llegado su complemento y nosotras solas nos hemos ocupado de encajarnos a las perfección. No nos ha hecho mucho trato ni mucho tiempo, parece ser que la cosa venía predestinada.
Son muchos los minutos que en estas últimas semanas he dedicado a reírme, reírme y volver a reír. Sin embargo, no sólo me ha aportado eso; también hemos tenido nuestros ratos de confesión y escucha en los que la una a intentado ayudar a la otra, con la sorpresa de que ambas nos entendíamos y nos compenetrábamos a la perfección. 
Creo que ahí es donde se hallaba el extremo de esa cadena invisible que desde hace tiempo nos unía.
Gracias por aparecer Irene.
Te quiero.








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